domingo, 19 de junio de 2011

El negocio de la magia


Existe un sector económico que no parece estar sufriendo esta crisis. Los curanderos, magos, videntes y demás timadores del ramo están haciendo su agosto. Podemos ver -con cierto sonrojo- en Telecinco (Más allá de la vida) cómo la vidente y gran "actriz dramática" Anne Germain dice contactar con los espíritus de los muertos, provocando así el ambiente emocional necesario para generar audiencia televisiva, la cual reporta pingües beneficios a la cadena. Aquí no acaba la cosa. Proliferan las páginas web de magia, los anuncios en los periódicos y las octavillas en los buzones de nuestros portales. Por cierto, esta tropa no se limita simplemente al mal de ojo o a la pseudociencia de la telepatía, su atrevimiento no tiene límites y  lo mismo arreglan un roto que un descosido; prometen solucionar males de amores, problemas sentimentales y domésticos, amarres a distancia, malas vibraciones e impotencia. También hacen incursiones en lo laboral: prometen el florecimiento de la empresa, encontrar un buen empleo y hasta aprobar unas oposiciones sin necesidad de estudiar. Para rematar la faena, prometen resultados inmediatos y 100% garantizados. Quien lee estos anuncios pudiera pensar que han sido asesorados por las mejoras consultoras mundiales en marketing.

Es difícil entender por qué el Gobierno prohibe -por poner un ejemplo- la venta de chucherías y bollería industrial en los colegios y, a la vez, asiste impasible a la perpetración de un gigantesco fraude a la sociedad. Tener la capacidad legal para curar una patología de rodilla cuesta 9 años de arduos estudios de traumatología y cero años de estudio a un mago atrevido con estudios primarios. Equipar un consultorio médico supone una inversión millonaria;  el curandero se basta con "imponer las manos" en la zona afectada. Una neglicencia médica se paga en los tribunales mientras que los desaguisados del chamán de turno los paga el contribuyente cuando el crédulo, finalmente, decide reparar el estropicio acudiendo a la sanidad pública. La medicina científica está sujeta a impuestos y la magia está exenta (todos cobran en "B"). ¿Que hacen los dirigentes políticos? Nada. Parece que en asuntos místicos (religión) y supernaturales (magia) la gente se acojona y se retira prudentemente, otorgando patente de corso a un ejército de saqueadores sin escrúpulos. Todo ello con la necesaria participación de personas crédulas aunque no necesariamente ignorantes.

La tradición milenaria de creencias religiosas es en buena parte responsable de la situación. Si la religión proclama la existencia del alma y muchos lo asumen como verdad, ¿por qué no creer en los espíritus? Alma y espíritu son indistinguibles, la diferencia proviene de quien usa cada  término: místicos o mágicos, respectivamente. Sólo desde esta perspectiva es explicable el enorme éxito de las creencias mágicas y de que los timadores campen por sus respetos. El Gobierno habitualmente protege a los ciudadanos frente a diversos tipos de amenazas físicas, psicológicas, económicas, etc., excepto las que provienen del campo supernatural.  No es posible legislar contra las creencias supersticiosas de la gente pero sí sería posible -y necesario- perseguir y condenar las actividades mercantiles basadas en el engaño y el fraude, incluido el negocio de la magia.